En un marco de crisis sanitaria y económica a nivel mundial por el coronavirus, algunas voces locales asustan todavía más y dicen directamente que estamos en las puertas de una hiperinflación.
Por Julián Zícari (*)
Dada la crisis actual la Canciller alemana Angela Merkel está proponiendo volver a reanimar en su país un impuesto para los más ricos del 5% y por 10 años. En la Argentina también se propone un impuesto para los más ricos, pero sólo del 1% y por única vez, sin embargo es aquí donde aparecen las voces que advierten que es confiscatorio, “excesivo” y que vamos directo al chavismo. Sin mesuras, miramientos por la realidad ni por preguntarse sobre la pertinencia de lo que está ocurriendo en el mundo en esta situación excepcional, la ortodoxia económica argentina como siempre desvirtúa todo, exagera y obtura cualquier análisis serio.
Hoy en día, en el que atravesamos un contexto inédito, la intervención estatal es indispensable para que la crisis no resulte mucho peor. El consenso sobre esto es prácticamente total, tanto en nuestro país como a nivel planetario. Las herramientas de dicha intervención son las conocidas: mayor regulación, asistencias y ayudas a distintos sectores, controles de precios y emisión monetaria. Aunque de nuevo, aunque a pesar de ser la mismas herramientas, o incluso con un uso mucho más leve del internacional, aquí se habla de manera alarmante y dan como un hecho al descontrol inflacionario. Incluso, ahora que el peso del Estado crecerá, asustan todavía más y dicen directamente que estamos en las puertas de una hiperinflación.
Por ello mismo para entender lo que realmente ocurre y saber qué podría pasar este año avancemos señalando qué es una hiperinflación y los 7 motivos por los cuales no ocurrirá en nuestro país, pues sólo un análisis mesurado permitirá despejar tal temor.
Hiperinflación: concepto y expectativas para este año
El concepto de hiperinflación fue planteado por Phillip Cagan en 1956 donde establecía que una economía estaba en hiperinflación si su tasa de aumento de precios superaba el 50% mensual durante tres meses seguidos. Una definición que tiene gran consenso en la actualidad. Aunque hay otras voces que dicen que una verdadera hiperinflación es cuando la suba de precios supera el 1000% en un año. Ahora bien, establecidas ambas definiciones, veamos que cuáles son las expectativas para este año en nuestro país.
Las proyecciones económicas con vistas a la suba de precios para 2020 son dispares. Las más benévolas hablan de una inflación anual del 40% (es decir un 30% menos que la del año pasado), mientras que las más pesimistas sostienen que será del 60% (es decir, apenas un 10% más que en 2019). El promedio de expectativas de suba de precios del mercado no llega al 50% anual, lo que sería más bajo que el promedio de los dos últimos años.
Es decir, si bien la Argentina ya viene con niveles de inflación altos, está muy lejos de acercarse siquiera a los valores de una hiperinflación: en el peor de los casos todo lo acumulado en el año sería similar (o menos) de lo que ocurre en tan solo un mes de hiperinflación.
Además, sumemos algo más, las causas estructurales de la inflación en la Argentina hoy no están actuando, siendo anclas fundamentales para que los precios no se aceleren ni se muevan a toda velocidad como en una híper. Repasemos esto.
El dólar oficial está controlado
La principal variable que empuja los precios de la economía local es el valor del dólar oficial. Es sobre este dólar por el cual se fijan los precios de las importaciones y demás insumos extranjeros que consume Argentina. Prácticamente todos los materiales y bienes importados se establecen en base a este dólar. Si bien existe el contrabando o algunos nichos muy marginales de algunos sectores que se pueden fijar con los dólares alternativos (como el blue, el mep y el contado con liquidación), el grueso de las provisiones del exterior deben pasar por la aduana para ingresar al país y aprobar procedimientos administrativos legales. Es entonces el dólar oficial el que todo lo rige.
Los dólares alternativos (y que actualmente están subiendo bastante) ocupan mucho lugar en los medios de comunicación, suman presión psicológica, nerviosismo y demás, pero su influencia en la economía real (o en la inflación) es poca o nula.
Los salarios están quietos o cayendo
La paralización económica producto del aislamiento hace que, desgraciadamente, muchas empresas tengan hoy serios problemas para pagar salarios. Incluso, muchas de las que logran hacerlo lo hacen con quitas del 30 o 50%. Sumemos el hecho de que probablemente varios sectores económicos no podrán discutir paritarias este año. Así entenderemos que la presión salarial como factor inflacionario, en 2020 quedará anulado.
Para completar este terrible panorama, añadamos que la pandemia hará estragos en el mercado laboral este año (aumentando seriamente el nivel de desempleo), lo cual también disciplinará la cuestión salarial y la puja distributiva.
Las tarifas no se están moviendo
Si se consideran los factores estructurales de la inflación argentina, las tarifas de servicios públicos es uno central. Las cuales no están subiendo y es difícil pensar que puedan subir mucho en este contexto. Sin una actualización rápida y continua de esta variable parece quedar definitivamente bloqueada la idea de marchar a una híper.
La nafta no sube, sino que sufre presiones a la baja
Después del dólar, el precio de la nafta es el más importante de nuestra economía para explicar la suba de precios, pues los alimentos, materiales y demás bienes en este país se trasladan en camiones. Como en el mundo el barril de petróleo está en niveles increíblemente bajos, en un contexto normal se podría esperar que aquí ocurra lo mismo. Sin embargo, ello no ocurrirá. Dado que las provincias petroleras son las más castigadas y que en la Argentina se produce petróleo no convencional (o sea que necesita valores mucho más altos a los internacionales para ser rentable), en este momento no es viable que pueda bajar el precio de la nafta local (Vaca Muerta está muy afectada por ello).
Es más, se habla de sostener artificialmente alto el valor del combustible para no perjudicar al sector. En síntesis: está lejos de ser un valor descontrolado o que presione a los precios hacia la suba. A su vez, le da un colchón a otros sectores para impedir subas tarifarias.
La emisión monetaria real está muy por detrás de la inflación
La economía ortodoxa dice que la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario. Si eso fuera así todas las causas arribas listadas no tendrían ninguna importancia. Sin embargo sabemos que no es así: tarifas, dólar, salarios y demás afectan decididamente la dinámica de precios en este país.
No obstante, vale igualmente analizar qué ocurre con la masa monetaria en la actualidad, pues sin duda que es un factor que puede influir. El crecimiento de la base monetaria ha sido del 30% este año, sin embargo la inflación registrada el año pasado fue del 55%, lo que indica que el dinero ha crecido a una velocidad mucho más baja que la dinámica de precios.
Lo que es aún más notable, con todo, es que el Banco Central ha reabsorbido buena parte de esa emisión a través de distintos mecanismos como los pases pasivos, licitaciones o colocaciones de letras. Entonces, si consideramos lo emitido y le restamos lo absorbido (lo que técnicamente se conoce como dinero esterilizado) notaremos que desde el 10 de diciembre a la actualidad la cantidad de dinero real y efectiva en la economía sólo creció un 13%. Por ello, es muy difícil hablar de descontrol monetario o situaciones así. Las buenas licitaciones del Banco Central de la semana pasada indican que la demanda de pesos es alta antes que estar en caída. Como además, los agregados monetarios que multiplican el dinero vía Bancos también están cayendo: el multiplicador bancario no está actuando, por lo que la movilidad del dinero no se acelera, sino que incluso cae.
Recesión y retracción del consumo
Nuestro país está en recesión desde hace dos años y el coronavirus desgraciadamente acelerará la caída económica. En un contexto de crisis y de derrumbe económico el grueso de los comerciantes no están aumentando sus precios, sino que la parálisis del consumo actúa como otro terrible (y cruel) disciplinamiento de los precios.
Muchas empresas reducen sus márgenes de ganancias o directamente buscan vender a perdida, pero prefieren eso antes que nada. Es decir, no es que estén reteniendo sus productos como en una híper, en la que temerían no saber a qué precio reponer, sino todo lo contrario: hacen sacrificios y dan facilidades para entregarlos.
Es que si bien existen presiones inflacionarias muy profundas en algunos sectores como alimentos y productos de limpieza del hogar, lo que es cierto es que ello no ocurre en la mayoría de los ítems (un televisor, un libro o un boleto de colectivo no han aumentado). De hecho, si se considera la canasta de consumo global, la mayoría de los rubros están fijos o en valores negativos: hoteles, restaurants, construcción, etc. Empíricamente vemos entonces lo contrario a una aceleración de precios: la inflación anualizada desde hace cuatro meses viene cayendo (si en diciembre fue de 55%, en marzo fue de 48%) y en abril parece que se confirmará dicha tendencia. Incluso en muchos casos se advierte deflación.
Además, el confinamiento también detiene todo: recordemos que un indicador de una híper es la acelerada circulación de billetes y bienes, algo que está totalmente ralentizado en esta situación.
Serán necesarios menos dólares este año para la economía real
Reforcemos un hecho básico: la demanda de dólares de la economía real este año bajará. Cuatro canales centrales que podrían presionar sobre el dólar en nuestro país este año jugarán a favor del gobierno.
Uno de ellos es el superávit comercial: si bien las exportaciones se han resentido, las importaciones están cayendo a mucha mayor velocidad por la recesión. Lo que hace que se pueda acumular en la actualidad un jugoso saldo comercial a favor.
A esto hay que sumar que el gobierno ha suspendido el pago de dólares con vistas a cumplir con su deuda en moneda extranjera para este año, por lo cual la salida de divisas con fines financieros ya no actuará (ya sea por reperfilamiento, renegociación o default).
Sumemos además que existe un control de cambios que permite regular y controlar los movimientos del dólar en nuestro país, impidiendo los ataques especulativos o la fuga, y también que uno de los principales focos de demanda de dólares de Argentina, como es el turismo, tampoco estará activo. Por tanto, nuestro país antes que perder dólares por motivos de la economía real, podrá acumularlos.
En suma, vemos que existen muchos motivos para descartar la idea de una hiperinflación. Que cuando se habla de ello son solo voces alarmistas sin sustento empírico y que no resisten el menor análisis: se grita mucho pero se analiza poco. En todo caso, si Usted lector escucha a alguien advertir que vendrá una híper, pregúntele los motivos y verá que ya están respondidos en esta nota. No obstante, si todavía se insiste con tal idea, hágale una apuesta, verá que no estarán dispuesto a hacerla porque saben que no ganarán: sólo hablan y asustan pero no se la juegan porque tienen la certeza de que perderán.
(*) Economista. Doctor en Ciencias Sociales (UBA/UNDAV/Conicet).
Autor del libro Las crisis económicas argentinas. De Mitre a Macri (en próxima aparición).