De la motosierra a la gobernabilidad: ajustes brutales, conflictividad social y una democracia en tensión bajo el experimento libertario argentino.
Por Dr. Sebastián E. Rivas (UNLAM) / Paris Institute of Political Studies
Politólogo por la UNLAM
En diciembre de 2023, Javier Milei asumió la presidencia de la Argentina con un discurso incendiario, una motosierra simbólica y la promesa de «dinamitar» el status quo. Año y medio después, el experimento libertario argentino ofrece luces y sombras que merecen un análisis desapasionado pero crítico, atravesado por tres dimensiones fundamentales: la política económica, el tejido social y el sistema democrático.
Desde el inicio, el gobierno aplicó un ajuste fiscal sin precedentes. A través de recortes masivos en subsidios, obra pública, transferencias a las provincias y licuación del gasto social vía inflación y devaluación, Milei logró mostrar superávit primario. Pero el costo fue alto: caída del salario real, cierre de pymes, aumento del desempleo y una pobreza que, según datos recientes, supera el 55%. El discurso del “shock necesario” dejó paso a una realidad angustiante para las mayorías populares.
En lo social, el gobierno desarticuló políticas públicas básicas, precarizó la educación y la salud, e intentó disciplinar el conflicto social mediante la criminalización de la protesta. Sin canales de diálogo, los sectores populares y medios crecientes de la clase media se volcaron a la calle en manifestaciones masivas, como la del 23 de abril en defensa de la universidad pública. Lejos de moderarse, el presidente respondió con insultos, provocaciones y deslegitimación del adversario, profundizando la grieta.
En cuanto a la institucionalidad, el gobierno mostró un estilo hiperpersonalista, con escaso apego al juego democrático. Las facultades delegadas pedidas por Milei al Congreso, el uso de decretos de necesidad y urgencia, y la demonización constante del poder legislativo y judicial plantean un dilema sobre la salud republicana. Si bien parte del electorado aplaude su “mano dura” contra la casta, también crece la preocupación sobre el deterioro del pluralismo y la deliberación democrática.
A mitad de mandato, el gobierno de Milei se presenta como un caso testigo de hasta dónde puede llegar una democracia liberal cuando se abraza sin matices a un proyecto de capitalismo extremo. En un contexto regional marcado por la desigualdad, la inestabilidad y el desencanto con las instituciones, la experiencia argentina interpela tanto a los ciudadanos como a las ciencias sociales: ¿es posible sostener un ajuste de estas dimensiones sin romper el contrato social? ¿Puede un proyecto ultraliberal sostenerse sin una transformación autoritaria del Estado?
Lo cierto es que Milei no gobierna un laboratorio, sino una sociedad históricamente movilizada, politizada y conflictiva. La historia argentina ha demostrado que ningún experimento económico sobrevive si no ofrece alguna forma de justicia social y reconocimiento. El péndulo puede oscilar, pero la democracia —como sistema y como cultura— no debería ser el precio a pagar.