Pasajero Luminoso se presentó el pasado viernes 18 en El Emergente de Almagro, lugar que fue elegido para la primera fecha del año en CABA por parte de la banda. Del mismo modo, el otoño también quiso hacer su primera presentación del 2022, y nos regaló una fresca noche que solo se vio opacada por la calidez desprendida sobre el escenario.
Por Melany Grunewald
Ph: Melany Grunewald
Camino por Figueroa Alcorta, un par de minutos pasada las 21, con la culpa que genera ser impuntual en momentos que no lo ameritan. Pese al sorpresivo fresquito que presenta la última semana del verano, llego acalorada por el apuro. Cuando me adentro en la sala de El Emergente, un par de mesas de cara al escenario prestaban ojos y oídos a Iván Klomp, un pibe con una extravagante gorra naranja flúor que tocaba la batería sobre pistas electrónicas. En un punto, esa extravagancia ya invitaba a un ambiente donde se sabe que lo que va a pasar no se compara con nada. Conforme más gente entraba al lugar, un poco a mi pesar, decido sacarme la campera para tener con qué abrigarme luego.
Pasadas las 22 hs, Pasajero Luminoso se predispone a tomar cada uno su lugar. Van subiendo de poquito: primero Fabián Miodownik en la batería, le siguieron Juan Pablo Moyano en la guitarra y Leopoldo “Pepo” Limeres en las teclas. Finalmente se suma Pablo Castagneris en el bajo. Una vez listos, dan rienda suelta al show con “Bizcochuelo Maravilla” la primera pieza de Pujol, cuarto álbum de la banda. Inmediatamente, el público se inmersa en un profundo y respetuoso silencio. De esos contemplativos, como quien se muestra expectante ante un viaje con el auto sin arrancar, pero con el cinturón de seguridad ya puesto. Con la mirada ensimismada, el fresco de la calle queda olvidado por el calor que emana el cuarteto.
Si de viajes, pasajeros y luminosidad se trata la cuestión, rápidamente la oscuridad de la sala se desvanece y me transporto como en una ruta a la tardecita, envuelta en colores de tono arrebol. Si hasta siento que me pueden llegar a tocar el hombro para ofrecerme un mate. Algo de esa sensación tiene que ver con el disfrute que se puede observar arriba del escenario. Se nota de lejos que los muchachos están cómodos entre ellos. Es un momento para compartirnos sus hazañas. En ningún momento dejan entrever soberbia alguna sobre lo que son capaces de hacer. No es un “mira lo que hago” sino “mira a donde te puedo llevar”, una invitación intrínseca.
Entonces entiendo la elección de la frase de Spinetta, en aquella entrevista con Emilio del Guercio, que Pasajero Luminoso recortó para la pieza “Hijos Amigos”: “sonar bien entre todos, es una cosa grandiosa de la música”. Fantaseo con que en ese “todos” entra este público que, tal vez no le hace justicia en modo cuantitativo, pero que respetuosamente se sabe íntimo y colabora a que el sonido le atraviese.
Sobre el pequeño escenario que no permite desplazamientos (y sinceramente no se necesitan), los movimientos de la banda se polarizan entre la electricidad de Pepo, que incluso nos mostró su capacidad de hacer volar un teclado sin dejar de tocarlo en el aire, y la quietud de Juan Pablo interrumpida por el frenesí de sus dedos. Es una polaridad simpática, acompañada por los cabeceos rítmicos de Fabián y Pablo, bien prestados para estas fusiones de Jazz y Progresivo. Al mismo tiempo, cada vez que a alguno le toca destacar su instrumento, los otros tres lo miran sin darnos otra opción que la de imitarles.
Pasado más de la mitad del show, con toda nuestra atención en la palma de la mano, calman aún más la suavidad del clima con temas un poco más lentos, manipulándonos descaradamente los ánimos. Al igual que en casi todos sus discos, el show también estuvo compuesto de diez canciones, la mayoría pertenecientes a Pujol, pero también a El Corazón de las Ballenas, incluso algunas piezas inéditas que aún carecen de título (aunque ya habían sido tocados en vivo en otra oportunidad).
Pepo, entre comentarios de memes sobre gatitos, se detiene a prometernos nuevos repertorios antes de finalizar show y nosotros atajamos el compromiso con la mano. Ahí estaremos, con los bolsos hechos y el alma lista para un nuevo viaje.