Con la repercusión que tuvo el caso de Florencia Peña, quien mantiene una relación no-monogámica con su pareja, aumentó la curiosidad sobre poligamia y poliamor a la par de la crítica hacia esta forma de relacionarse, catalogándola como no válida.
En primer lugar vamos a definir la monogamia como un tipo de «contrato de exclusividad» entre dos personas que deciden tener una relación sexoafectiva (es decir, una relación de noviazgo «cerrada» como las que conocemos todxs). El amor libre es entonces, para algunas comunidades no-monógamas, todo tipo de relación que no se catalogue como monogámica.
Dentro del amor libre podemos encontrar diferentes tipos de relaciones ya que éste concibe muchas formas de amor diferentes, por ejemplo, las relaciones monoamorosas (también conocidas como «relaciones abiertas”), que implican exclusividad afectiva pero no exclusividad sexual o las relaciones poliamorosas que, sexuadas o asexuadas, implican la posibilidad de tener varias parejas afectivas.
Lo que yo me pregunto es, más allá de lo molesta que es la situación de tener que salir a aclarar algo de tu vida privada como hizo Flor Peña, ¿por qué causa tanto rechazo la no-monogamia? ¿Por qué las personas reaccionan de forma tan violenta y con odio como hicieron con Flor Peña?
Como persona que mantiene una relación monoamorosa, de la cual hablo abiertamente en mis redes sociales, muchas veces me vi con la necesidad de aclarar a algunas personas el tipo de relación que tengo ya que éstas me cuestionaban y hasta atacaban diciendo que le era infiel a mi pareja.
A esto decidí apodarlo «el closet del amor libre». La vergüenza y el miedo a desencajar cuando se tiene una relación no-monogámica son inmensos. No importa qué tan feliz seas, no importa que sea todo consensuado y no le estés haciendo un mal a nadie, si no te adaptas a la norma la gente te juzga y te ataca.
Anoche en medio de una cena familia empecé a discutir con mi mamá porque, luego de ver un reportaje donde Florencia Peña aclaraba que tiene una relación abierta con su pareja, ella dijo que era mentira y que ese tipo de relación no existe. Me sentí atacada personalmente, más allá del desconocimiento de mi madre sobre mi relación no-monogámica, porque todo el tiempo me cruzo con esa negación de mi propia identidad: la forma de vivir mis relaciones.
Quizá lo que genera esta intolerancia hacia el amor libre es el hecho de que las comunidades no-monogámicas cuestionan todo lo que implica la monogamia y bueno, a nadie le gusta que le digan que lo que hace está mal. Pero no hay que olvidarse que las relaciones le pertenecen a las personas que las conforman, por lo tanto podemos cuestionar la monogamia o el amor libre como construcciones sociales, como filosofías, pero cuestionar a una persona por el tipo de relación que mantiene (sin siquiera ponerse en su lugar ni conocer los motivos) es violento: tan violento como la infidelidad, tan violento como los celos, tan violento como todos esos hábitos que estamos acostumbradxs a aprender y aceptar en nuestras primeras relaciones. Y esto último pasa en mayor medida desde personas que mantienen relaciones monogámicas (que se consideran la norma, lo normal, lo establecido, lo correcto) hacia personas de las comunidades no-monógamas, con presunciones de promiscuidad, de falta de naturalidad, de objetivos espurios. ¿En qué decanta? Muchas personas decidimos callarnos y ocultar el tipo de relación que mantenemos.
Quizá es hora de empezar a salir del closet del amor libre. Hoy más que nunca, hoy que está en discusión el tema, llenemos de nuestros argumento las redes sociales y los debates en las cenas familiares, salgamos del closet.